Efectos de la globalización en Logroño

La globalización me ha caído encima. Ha sido esta semana y por sorpresa, porque uno pensaba que aquí estaba a salvo: en Logroño, esa ciudad ignota que en las series de televisión utilizan como sinónimo de 'donde Cristo dio las tres voces'. Aquí qué va a llegar eso. Amos, hombre.

Porque aunque si uno escucha al gobierno regional corre el riesgo de pensar que esto es el puritito ombligo del mundo -Niu York, London y Logroño, creo que es el orden- yo me pensaba a salvo: con mi cafelito, mis huevos fritos y mi Laurel, ya puede quebrar el Banco Mundial.

Pero no. La globalización se me ha venido encima en forma de folio pegado con cuatro celos en la máquina de café del periódico. En ella, el amable larderano que nos rellena los vasitos de plástico nos informa de que nos va a pegar una talegada de cuello vuelto por cada ración de líquido despertador. Y que lo hará porque no le queda más remedio, obligado por tres razones.
Una, que en Australia hay sequía y en Estados Unidos las vacas dan menos leche. Dos, que hay poco maíz -digo yo que será del que comen las vacas- y el que hay se utiliza para dar de comer a los coches. Tres, porque los chinos beben mucha leche.
Si eso no es globalización, que baje Sinatra y lo vea. O sea, que en Camberra no llueve, al señor Ming le da por las natillas y a mí -que encima lo tomo solo- me sube el café.

Ay, por Dios, y Rouco Varela preocupándose de los gays. Si un empresario de Logroño se ve obligado a subir el café porque en Wyoming a la Lucera no le van las ubres, más nos vale ir sacando al santo en rogativas: recemos por que al señor Chang no le dé por hacer filigranas de papel higiénico.

Pero esto no queda así. Pienso ponerme ciego de arroz y zamparme todos los rollitos de primavera que vea. Y cuando vea a un oriental por la calle podré reirme por lo bajini, como el malvado Fumanchú. Toma flan chino. Mandarín

Extraido del blog cautivo y desarmado de larioja.com