diumenge, 2 de desembre del 2007

El partido que nunca existió

Un país de pega
Embustes tomados en serio y escándalos asumidos con normalidad componen la escena pública italiana
02.12.2007 -
Corresponsal en Roma ÍÑIGO DOMÍNGUEZi.dominguez@diario-elcorreo.com

EL PARTIDO QUE NUNCA EXISTIÓ. Berlusconi presenta en sociedad su nueva formación. /AP
Italia es un país donde a trolas descaradas se les da grandes titulares, sin que nadie se las crea, y el tenue escándalo por denuncias de cosas vergonzosas lleva aparejada la convicción de que detrás hay intenciones ocultas. En resumen, el reino del sobreentendido y la sospecha. De lo implícito. Estas últimas semanas han sido, como todas por otra parte, ricas en ejemplos. Aquí es difícil no encasillarse en el género cómico.Capítulo de trolas. Ejemplo número uno y probable primer premio del año: Silvio Berlusconi dice que ha recogido 10 millones de firmas contra el Gobierno en dos días. No se lo cree ni él, pero la prensa no pierde el tiempo en demostrar que es falso. Por otro lado, anuncia la disolución de su partido en uno nuevo, y presenta los símbolos como las tablas de la ley. Pero lo desmiente tranquilamente diez días después.Ejemplo número dos. El ministro de Cultura, Francesco Rutelli, anuncia que los arqueólogos han descubierto la cueva de la loba que amamantó a Rómulo y Remo. Tal cual. Por poco no encuentran a la propia loba disecada y de paso a los tres cerditos. Se refiere en realidad a una gruta que, quizá, sea la que la tradición, y de eso hace 20 siglos, identificaba como el lugar de la leyenda. La prensa lo anuncia a bombo y platillo y sólo días después da voz, de tapadillo, a expertos que lo ponen en duda.Peloteo y diversiónEjemplo número tres. Un diario serio, como 'La Stampa', dedica una página del sábado a una gran exclusiva: revela lo que pasó realmente en el atentado a Juan Pablo II en 1981. Como una pista definitiva sobre el caso Kennedy. Y es esto: una monja con poderes sobrenaturales y el don de la bilocación (estar en varios sitios a la vez) se fue para allá y desvió la bala mortal. No lo hizo sola, sino a medias con la Virgen, que también estaba allí. Lo dice un cura que confesó a la religiosa, fallecida en 1992, y ha declarado ante la comisión de beatificación de Wojtyla. «Los papeles secretos del atentado de San Pedro», clama el diario. Inútil buscar entre líneas asomo de ironía.¿Por qué tanto despropósito? Mi teoría: para hacer la pelota y porque la vida así es más divertida. Italia es un país enjabonado por la adulación. Al Gobierno, a la oposición, al Vaticano, según cada ejemplo. En fin, a quien manda. Luego la gente, que no es tonta, ya sabe lo que hay y saca sus conclusiones. También en el último caso, peloteo a la prensa, porque 'supermonja' sale del libro de un periodista, y el gremio nada en corporativismo. Entretanto, lo importante a menudo permanece en el limbo. La semana pasada unas escuchas telefónicas de un proceso demostraron que, durante los cinco años de gobierno de Berlusconi, los directivos de sus televisiones y los de la cadena pública RAI, que él controlaba, decidían juntos lo que iba en el telediario. Era algo tan evidente entonces que hasta los niños lo sabían. Ahora se simula un gran escándalo.Les va mucho el teatro y ayer mismo se daba un ejemplo de psiquiatra de guardia. Se está emitiendo una serie sobre la vida de Toto Riina, uno de los mayores criminales de la Mafia y su gran capo durante 20 años, Pues bien, su mujer va a presentar una denuncia por ¿daños a su imagen! Como si se pudiera deteriorar más. Es como si la familia de Bin Laden protestara porque en un documental se afirma que devuelve las cintas al videoclub sin rebobinar.En fin, lo de los escándalos es muy relativo, y luego nunca pasa nada. La impunidad del poder es una noción tan asumida por los ciudadanos como la ley de la gravedad. A veces, por azar, por venganzas de terceros, saltan casos vergonzosos, pero apenas sirven para echar unas risas. Ahí está el jefe de Policía de Roma, que aparca en prohibido con un permiso caducado de invalidez. O el ministro de Justicia, Clemente Mastella, que se va con el hijo al Gran Premio de Fórmula 1 de Monza en un avión oficial. O el comandante de la Guardia di Finanza, Roberto Speciale, que usa el helicóptero del cuerpo para ir a esquiar con los amigos y se hace llevar merluza fresca en avión militar. O el ex-ministro y presidente regional de Liguria, Claudio Burlando, que se hace kilómetro y medio en dirección contraria en una autopista y al pararle la Policía enseña su carnet de diputado -caducado hacía dos años- y se va sin multa. O los 60 concejales de Nápoles, que protestan ante el club de fútbol de la ciudad, que les regala dos billetes a cada uno por partido, porque a veces les piden identificarse en la puerta, cuando ellos «honran con su presencia los eventos deportivos». Son ejemplos recientes a voleo. En España abren el telediario con la corrupción en el ayuntamiento de Madrid. Aquí sería una noticia en páginas interiores en la prensa local de Roma.Lo explicaba muy bien a la plebe Alberto Sordi, marqués del Grillo en el grandioso filme de época de Monicelli, tras quedar libre en una redada gracias a su nombre:«Yo soy yo, vosotros no sois una mierda». Este crónico estado de cosas se lleva al paroxismo en 'Indagine su un cittadino al di sopra di ogni sospetto' (Investigación sobre un ciudadano libre de toda sospecha, 1970), de Elio Petri: un jefe de policía comete un asesinato, llenando todo adrede de pistas que le inculpan, para demostrar que, aún así, no le pasará nada. «Cariño, no me empujes a la ilegalidad, es tan fácil en mi posición», dice a la amante que le pide que se salte un semáforo. Ya no se hacen películas así. Quizá hoy tampoco le darían el Oscar a la mejor película extranjera.

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